Mucho se escribió y se dijo, sobre la Neutralidad Argentina en la Primera Guerra Mundial, durante el primer Gobierno del Dr. Hipólito Yrigoyen (cosa que es real), aunque poco se dice sobre que su firme postura (aún a pesar de las presiones políticas que recibió para cambiarla), fue la continuidad de la posición tomada por su predecesor en el cargo, el Dr. Victorino de la Plaza, último Presidente de la etapa Conservadora que gobernó al País desde 1880 hasta 1916 (también conocido como Régimen Conservador), compuesto por las grandes fortunas de las oligarquías y por el mundo intelectual porteño, marcados por una francofilia extrema, mezcla de fundamentalismo y cholulismo.
Ambos Gobiernos (uno Conservador y el otro, Nacional y Popular), entendieron que la Gran Guerra no solo se desarrollaba al otro lado del Océano Atlántico, sino que la misma se trataba de una disputa Imperialista por materias primas; por el comercio y por el dominio financiero.
Años después de finalizada la Guerra y transitando Yrigoyen su segundo período como Presidente, en ocasión de la puesta en funcionamiento de la comunicación telefónica entre EEUU y la Argentina (Abril de 1930), recibió el llamado del Presidente Herbert Hoover, quien ponderó el “triunfo de la ciencia y del comercio” por medio de la rediotelefonía.
El Presidente Hipólito Yrigoyen, en lugar de reducir el acto a lo estrictamente protocolar y a solo dos años de la visita del Presidente Hoover a la Argentina (momento en el que fue recibido por militantes de aquel revolucionario Radicalismo, al grito de “Nicaragua, Nicaragua”), dijo lo siguiente:
“Pero que decirle, cada vez más acentuado mi convencimiento, que la uniformidad del pensar y sentir humanos no ha de afirmarse tanto en los adelantos de las ciencias exactas y positivas, sino en los conceptos que como inspiraciones celestiales deben constituir la realidad de la vida: puesto que cuando creímos que la humanidad estaba completamente asegurada bajo sus propias garantías morales, fuimos sorprendidos por una hecatombe tal, que nada ni nadie podría referirla en toda su magnitud.” Expresa su anhelo de que después de catástrofe tal renazca “una vida más espiritual y sensitiva”. Y termina con estas palabras inmortales: “…reafirmando mis evangélicos credos de que los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos, y en común concierto reconstruir la labor de los siglos sobre la base de una cultura y una civilización más ideal, de más sólida confraternidad y más en armonía con los mandatos de la Divina Providencia…”
El Diario “La Nación” publicó que el Presidente Yrigoyen, con esa alocución, había estado “fuera de foco”, pero sus palabras tuvieron tal impacto en el Presidente Hoover, que luego éste lo llamó para transmitirle lo conmovido que él y su Gabinete habían quedado, luego de escucharlo.
Algo similar sucedió luego, con la Segunda Guerra Mundial, sobre la que los Medios Hegemónicos también se encargaron de escribir toneladas de páginas hablando de la “neutralidad” de Perón y hasta de su inclinación hacia el nazismo. Lo real es que, al iniciarse el conflicto, la Presidencia de la República Argentina era ocupada por Marcelino Ortiz y se transitaban los tiempos de la conocida “Década infame” que devino tras el Golpe de Estado que derrocó al Dr. Hipólito Yrigoyen. Marcelino Ortiz había sido el Abogado de los Ferrocarriles Ingleses y su Candidatura se definió; proclamó y celebró, en los salones de la Cámara de Comercio Argentino-Británica de Buenos Aíres.
En ambos casos – Primera y Segunda Guerra Mundial – primó la cordura y la visión estratégica y objetiva, sobre que se trataban de luchas imperialistas; sobre la necesidad de abordar una posición Regional tendiente a defender los intereses de las Naciones Sudamericanas y, un dato no menor, sobre las posibilidades que se abrían para la Industrialización de la América del Sur y la sustitución de importaciones, al estar nuestros esclavizadores imperios europeos, ocupados en su Guerra y no en imponernos sus Préstamos usurarios y su manufactura.
El Presidente Argentino Javier Milei rompe con toda esa posición histórica, ignorando que para ello necesita ineludiblemente la autorización del Congreso de la Nación, además de someter los intereses de la Patria y la vida de sus habitantes, a la avaricia del terrorismo estadounidense israelí, Países que – dicho sea de paso – sistemáticamente niegan su apoyo a la Argentina y sus reclamos ante el Mundo, por la Colonia Militarizada que el Reino unido mantiene sobre las Islas Malvinas, indiscutible e innegociablemente, Argentinas.
Como podrida frutilla, de este envenenado postre llamado LLA, la Ministra Patricia Bullrich acusa a Países Hermanos de la América del Sur, de ser cómplices de supuestas organizaciones terroristas que podrían llegar a intentar asesinar al Presidente Milei. Ni Menem se animó a tanto, con sus “relaciones carnales” con EEUU.
